Pocos golpes gozan de la simpatía que despierta el 25 de Abril. A nivel internacional se mitificó: sepultaba la dictadura más larga de la Europa occidental con una rebelión pacífica. En Portugal se festejó masivamente. Se prevé que su 50º aniversario reciba un gran apoyo institucional, que ha comenzado con la creación de una comisión específica por parte del Gobierno para preparar actos que se prolongarán entre 2022 y 2026 con el objetivo de abarcar todo el ciclo histórico que comenzó en el golpe y concluyó en las elecciones democráticas.
Portugal, más cómodo con el 25 de Abril que con sus capitanes. La muerte del controvertido Saraiva de Carvalho recuerda el escaso reconocimiento institucional que han recibido los militares que acabaron con la dictadura en 1974.
Tereixa Constenla. Corresponsal de EL PAÍS en Lisboa.
Según la historiadora Maria Inácia Rezola, se calcula que unas 1.500 calles y plazas evocan el 25 de Abril. De todo el nomenclátor urbano destaca por su simbolismo el puente sobre el río Tajo que cambió el nombre del dictador Salazar por el de la fecha histórica en la que se hundió su legado. Se evoca mucho la rebelión pero menos a los rebeldes. “El 25 de Abril fue una acción colectiva y fueron muchos los implicados en la preparación y ejecución del golpe que derribó a la dictadura. Es muy difícil homenajear o preservar la memoria de los protagonistas sin correr el riesgo de ser injusto y olvidando actores importantes”, indica Rezola.
Vasco Lourenço distingue entre el reconocimiento popular y el institucional. “El pueblo portugués nos manifiesta su aprecio de forma permanente, lo notamos incluso en la calle. Las instituciones tienen dos actitudes distintas: formalmente muestran mucho aprecio, pero eso se materializa muy poco”, sostiene el presidente de la Asociación 25 de Abril.
Escaso reconocimiento institucional
El gran homenajeado a título individual es Salgueiro Maia, que comandó las fuerzas que tomaron la estratégica plaza del Comercio y que recibió la rendición del dictador Marcelo Caetano. La historiadora Maria Inácia Rezola estima que tendrá un centenar de referencias en los callejeros, incluido un puente sobre el Tajo en Santarém desde 2000. Es la excepción. “Este hecho nos permite percibir que, a pesar de que los portugueses están aparentemente reconciliados con su pasado, aún puede existir una controversia, una memoria mal resuelta, sobre la revolución de 1974-75. Salgueiro Maia es el héroe limpio, que tomó el Largo, que fue el símbolo del derrocamiento de la dictadura y no se metió en política. Otros, como Otelo, fueron actores políticos en 1974-75 y por eso generan controversia”, afirma Rezola.
El exdirector de Visão, Joao García, sostenía en un artículo en el semanario Expresso que solo dos militares llegaron a ser consejeros de Estado: “Portugal vive mal, parte de la izquierda incluida, con los hombres del 25 de Abril”. A pesar de que ahora se le recuerde en el callejero, Salgueiro Maia es tal vez el ejemplo más crudo del olvido institucional. En 1988 el Gobierno de Aníbal Cavaco Silva bloqueó la concesión de una pensión al militar por sus servicios excepcionales, la misma que otorgaría unos años después a dos inspectores de la PIDE, la represora policía portuguesa de la dictadura. Salgueiro Maia, que murió de cáncer en 1992 sin luto oficial ni funeral de Estado, fue el militar que arengó a sus hombres la noche del 24 de Abril de 1974 con el discurso menos militar de la historia: “Señores míos, como todos saben, hay varias formas de Estado: el Estado social, el Estado corporativo, y el estado al que hemos llegado. Ahora, en esta noche solemne, vamos a acabar con el estado al que hemos llegado. Así que el que quiera venir conmigo, que sepa que nos vamos para Lisboa y terminamos con esto. Quien quiera venir, que salga fuera y forme. Y el que no, que se quede”.
PUBLICADO originalmente por Tereixa Constenla en www.elpais.com, el 3 de agosto de 2021.