Sábado 24 de febrero de 2024, amanece en la Estación de Ferrocarril de Pocinho (Portugal). En la vía número 1 y con destino a la estación de Porto-São Bento, el tren conocido como “MiraDouro” está formado por una locomotora diésel de la Serie 1400, y una mezcla variada de vagones turísticos de los fabricantes Schindler y Sorefame. Vagones restaurados y pintados de colores llamativos y alegres: un vagón azul, uno amarillo, uno rojo y un cuarto de carpintería metálica, destinado al transporte de bicicletas y viajeros. La máquina tractora está pintada de color naranja. Una paleta de colores para un tren que recorre una de las líneas de ferrocarril más bellas de la Península Ibérica: la Linha do Douro.
Los tres vagones Schindler, fabricados en la década de los 40 del siglo pasado por el fabricante suizo, ya estuvieron en circulación en los ferrocarriles portugueses entre los años 1949 a 1977 y, recientemente, han sido restaurados y recuperados para prestar servicio en esta línea. El vagón de carpintería metálica fue construido por la fábrica portuguesa Sorefame, fundada en 1943 por Angelo Fortes.
En principio, definir la Linha do Douro como una de las líneas de ferrocarril más bellas de la Península Ibérica, y de Europa, parece un tanto atrevido, pero tiene su sentido. La actual Linha do Douro es tan solo un tramo de la línea que, hasta 1985, unía las ciudades de Oporto y Salamanca. En territorio portugués se denominaba Linha do Duoro y cubría desde Oporto hasta la localidad fronteriza de Barca d´Alva; y en territorio español era conocida como Línea de La Fregeneda, desde el municipio de La Fregeneda hasta la localidad de La Fuente de San Esteban. En 1985 el tramo castellano de la línea, la Línea de La Fregeneda, fue cerrado al tráfico por las autoridades españolas y la ligazón que históricamente se había mantenido entre estas dos capitales se rompió. En 1988 Comboios de Portugal, imitando la decisión española, cerró al tráfico ferroviario el tramo que corresponde a los últimos 21 kilómetros de esta línea en territorio portugués, dejando de esta manera aislado por ferrocarril al municipio de Barca d´Alva, estableciéndose desde entonces la cabecera de línea en la localidad de Pocinho.
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Sin embargo, y a pesar de estos avatares, el actual recorrido de la Linha do Douro sigue siendo excepcional. Atraviesa, entre otros, el Alto Douro Vinhateiro, región clasificada por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, en la categoría de paisaje cultural. Desde las ventanillas del tren, y ante el despliegue de un escenario tan extraordinario, llegas a la conclusión de que no hacía falta el reconocimiento de la UNESCO para darnos cuenta de que nos encontramos en un paisaje singular y ante un tramo ferroviario único en todos los aspectos. Y no podía ser de otra manera en un territorio delimitado por el propio río Duero y sus principales afluentes en territorio portugués, los ríos Varosa, Corgo, Távora, Torto y Pinhão, salvados algunos de ellos por puentes y viaductos metálicos construidos siguiendo las indicaciones de la Escuela de Eiffel.
Una línea de ferrocarril histórica utilizada, entre otros nombres ilustres, por dos de los más influyentes escritores del siglo pasado en España y Portugal: Miguel Torga y Miguel de Unamuno.
En Pocinho, y a esta hora tan temprana, no son muchos los viajeros que suben al tren. Apenas quince viajeros que se distribuyen entre los vagones buscando el espacio libre en el que colocar con comodidad los equipajes. Las amplias ventanillas y la charla en el andén del Jefe de Estación con los maquinistas provoca que, casi todos los viajeros, se asomen curiosos a observar. Observar como el tren se pone en marcha.
Apenas diez minutos después de la hora de partida, la primera parada: la Estación de Freixo de Numão. Según se acerca el tren a la estación se suaviza el traqueteo de los vagones, el tren aminora la velocidad y finalmente se detiene. El revisor baja al andén, el maquinista se asoma a la espera de recibir indicaciones de marcha y pasados dos minutos se reanuda el viaje. En esta estación, y en este horario, hoy no ha subido nadie al tren. Frente a la actual tendencia de unir las grandes capitales con trenes de alta velocidad que compiten por acortar tiempos y distancias en los viajes, la Linha do Douro es una experiencia en sí misma que, sobre todo, cose un territorio y sus personas. Todas las estaciones de la línea mantienen la parada del tren y también muchos de los apeaderos. Apeaderos con nombres tan singulares como evocadores: Vesúvio, Vargelas, Alegria o Ferrão, entre otros.
Los viajeros, a pesar del frío, se incorporan para observar cómo se aproxima la Casa Matriz de la histórica Quinta do Vesúvio.
Tras atravesar un túnel, el tren traza una curva amplia, y de súbito aparece un paisaje de colinas suaves y aterrazadas llenas de viñedos salpicados por plantaciones ornamentales de cipreses. Acomodados ya en sus amplios asientos la mayoría de los viajeros, a pesar del frío, se incorporan y bajan las ventanillas para observar como se aproxima la Casa Matriz de la histórica Quinta do Vesúvio. Con el río Douro de fondo destaca, entre todas las construcciones, la denominada “quinta de todas las quintas”, la Quinta do Vesúvio. El tren se detiene en el apeadero, el revisor se asoma y presta atención a la presencia de posibles nuevos viajeros; el maquinista observa, y transcurridos dos minutos, se reanuda la marcha. La rutina se repite una vez más, y así en todas y cada una de las estaciones. El tren fluye con la misma tranquilidad con la que lo hacen las aguas del Douro a escasos metros de las vías.
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La Estación de Pinhão es uno de los hitos del viaje. Los paneles de azulejos que adornan la estación fueron realizados en la histórica Fábrica de Azulejos Aleluia de Aveiro por el pintor ceramista J. Oliveira y representan escenas costumbristas de la región. Fue en 1937 cuando se instalaron los paneles de azulejos, unos paneles que le han concedido una especial notoriedad convirtiéndola en la más bella de las estaciones ferroviarias de esta línea. 3047 azulejos que cubren la casi totalidad del edificio principal y representan las distintas fases de la producción del vino de Oporto, desde las vendimias, pasando por el pisado tradicional de la uva en la cosecha, hasta el sistema de transporte fluvial del vino en barcos rabelos por el Douro hasta Vila Nova de Gaia.
En Pinhão se incorporan nuevos viajeros y con ellos surge la competencia por lograr los mejores asientos junto a las ventanillas. Porque desde Pinhão hasta la vecina Régua, la Linha do Douro se muestra en todo su esplendor. El río se remansa, los cruceros turísticos surcan en ambas direcciones, y los edificios de las históricas quintas del vino de Oporto rivalizan con las nuevas construcciones firmadas por los mejores estudios de arquitectura de Portugal. Un espectáculo arquitectónico y paisajístico al alcance de la ventanilla del tren. Pero no toda la línea mantiene el mismo nivel de atención y belleza. Desde Re- gua, y una vez rebasado el límite geográfico que marca la Sierra de Marão, fin del área de producción del vino de Oporto, la Linha do Douro se adentra en el interior, separándose del río, buscando el encuentro de las populosas poblaciones que circundan al Gran Oporto. Y este interior está trufado de un urbanismo utilitario y esencialmente feo que contrasta con el tramo hasta ahora recorrido.
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Pero tampoco hay que desesperar. La expectativa de finalizar el viaje llegando a la Estación de Porto-São Bento suple cualquier desilusión. Porque la hora escasa que separa la Estación de Mosteirô, inicio del tramo más anodino paisajísticamente del recorrido, de la Estación de São Bento en pleno centro de la ciudad de Oporto, discurre entretenida con la sucesión de paradas, viajeros y el movimiento propio de la necesidad de transporte de cualquier gran ciudad. Transitoriamente el majestuoso “MiraDouro” se degrada y convierte en un tren de cercanías.
La última parada previa a São Bento, la parada de la Estación de Campanha, ya en Oporto, marca un nuevo punto de inflexión recuperando el pulso del viaje: el río Douro surge a nuestra izquierda con la clásica vista de los puentes históricos de la ciudad y al fondo la zona de Ribeira y las bodegas de Vila Nova de Gaia.
São Bento, una de las estaciones de ferrocarril más bonitas del mundo, dignifica como estación término el viaje soñado en tren. Un viaje único y extraordinario.
[TEXTO] Manuel Hernández Leal (2024)
[FOTOS] Luis y Manuel Hernández Leal
IMAGEN: Estación de Pocinho, cabecera de la Linha do Douro. (FOTO: Luis y Manuel Hernández Leal).