La Raya: Reservorio de la riqueza vitivinícola entre España y Portugal

La zona noroeste de la península ibérica es considerada un reservorio por la singularidad y riqueza de las diversas variedades de uvas de vinificación que se han preservado.

La Vitis Vinifera (uva de vinificación), con su sorprendente capacidad de adaptación, ha evolucionado a lo largo del tiempo hasta convertirse en una planta hermafrodita, con una diversidad genética significativa que ha permitido la creación de una vasta cantidad de variedades de uva. Estas variedades tanto tintas, blancas, incluso algunas rosadas, se distribuyen en la actualidad por todo el mundo conformando el gran sector de la industria vitivinícola global.

Según la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), existen aproximadamente 10.000 variedades de vid en el mundo. De estas, entre 1.000 y 1.368 se utilizan para la producción de vinos que se comercializan globalmente o localmente en alguna parte del mundo.

En España, el registro oficial incluye 235 variedades de uva, aunque estudios recientes coordinados por investigadores de todo el país han revelado la existencia de al menos 300 nuevas variedades, de las cuales 210 eran previamente desconocidas. Este descubrimiento es un hito importante para la viticultura española, que permite al país aspirar a liderar el ranking europeo, encabezado actualmente por Italia con 400 variedades identificadas, seguido de cerca por Portugal con 300.

Preservación del terrazgo tradicional y de las variedades transfronterizas

En la frontera española, están las provincias de Zamora y Salamanca, situadas dentro de la comunidad autónoma de Castilla y León, mientras que del otro lado, en Portugal, se encuentran los distritos de Bragança y Guarda. Todo este territorio ha mantenido la conservación del terrazgo, sin haber sufrido concentración parcelaria, lo que ha permitido preservar las estructuras tradicionales de explotación hasta tiempos recientes y, como resultado, la conservación de un valioso material vegetal autóctono.

Denominaciones de Origen de los vinos del Duero-Douro (Fuente: Vive-Duero-Douro, INTERREG – Junta de Castilla y León).

Cuando se habla de material vegetal autóctono, se hace referencia a aquellas especies de plantas que son originarias de una región o territorio específico, y que han evolucionado de manera natural en ese entorno a lo largo del tiempo, sin intervención humana. Estas especies se han adaptado a las condiciones ambientales locales, como el clima, el tipo de suelo y otros factores ecológicos, desempeñando un papel fundamental en el equilibrio del ecosistema.

En el ámbito de la viticultura, el concepto de uvas autóctonas se refiere a variedades de vid que han sido cultivadas de manera tradicional en una zona determinada, siendo parte del paisaje y la cultura local durante generaciones. La preservación de estas uvas es clave para conservar la biodiversidad y proteger la identidad de las denominaciones de origen, que dependen de la autenticidad y singularidad de sus cultivos para mantener su carácter distintivo.

La conservación de este patrimonio vitivinícola también podría estar relacionada con el hecho de que fue una de las primeras zonas afectadas por la plaga de la filoxera. Al contar con microzonas aisladas unas de otras, y gracias a la rápida reacción para la recuperación de los viñedos, tal vez se logró preservar esta rica diversidad.

La clasificación de varietales puede llegar a ser compleja debido a la diversidad de nombres que reciben en las distintas regiones vitivinícolas. En el caso de las variedades transfronterizas, el territorio está dividido en distintas denominaciones. Por un lado, en la zona de Castilla y León se encuentra una única denominación de origen, la DOP Arribes, que se extiende a lo largo de gran parte de la frontera. Al otro lado de la Raya, en Portugal, se encuentran tres denominaciones de origen: Trás-os-Montes, Douro y Beira Interior.

Existen variedades tanto comunes como exclusivas de cada territorio. Un ejemplo de ello es la uva Juan García, una variedad autóctona de la zona de Arribes, que en Portugal se conoce como Mouratón. Otra de las grandes minoritarias es la Bruñal, conocida en el país vecino como Alfroncheiro Preto. Sin embargo, la Rufete mantiene su nombre en ambos países.

Este fenómeno tan común en la viticultura, ocurre también con la Tempranillo, la variedad más cultivada en toda España, se conoce con varios nombres en diferentes zonas del país como Tinto Fino, Cencibel o Ull de Llebre, mientras que en Portugal es conocida como Tinta Roriz. O la valoradisima variedad blanca Puesta en Cruz que en Portugal es Rabigato.

En el mundo de la viticultura, no solo se encuentran sinonimias, sino también homónimos que pueden generar confusión. Un ejemplo claro es la Malvasía de Arribes, conocida también como Malvasía Castellana o Doña Blanca. A pesar de compartir el mismo nombre, no se trata de la Malvasía Fina de Portugal, que está más relacionada con la Malvasía Aromática propia de la zona mediterránea, aunque ambas variedades compartan el mismo nombre.

Otro caso interesante es el de la Gajo Arroba, una variedad con una gran capacidad de adaptación al cambio climático, que es originaria de la zona de Arribes y no se encuentra en Portugal. Por otro lado, variedades blancas tan exclusivas como Síria o Viosinho son originarias de Portugal, solo por citar algunos ejemplos.

La importancia del intercambio y la comunicación a lo largo de la historia

Este territorio, caracterizado por un intercambio y comunicación continuos a lo largo de la historia, presenta un lenguaje vitivinícola compartido tanto en el lado español como en el portugués, con muchas palabras en común. Por ejemplo, en Portugal se utiliza “baya-uva” o “bago”, mientras que en Arribes se emplea “bago” o “babo”. En cuanto a las variedades, en España se les llama “variedades”, en Arribes se usan términos como “clases“, y en Portugal se conocen como “castas”. En la zona Mirandesa y en Arribes, extendiéndose a otras comarcas vitivinícolas no rayanas, la jornada en la viña o en el campo se conoce como “jera”, y el hoyo para plantar una cepa recibe el nombre de “gavia”.

Los vinos de todos estos territorios, especialmente los tintos, están profundamente influenciados por el suelo y las condiciones microclimáticas. Aunque las composiciones varietales pueden variar, algunas de ellas son comunes entre las distintas zonas, mientras que otras son características propias de cada región. Sin embargo, todos comparten una identidad común, como si se dijera que “se dan un aire” o provienen de “la misma familia”. En el caso de los blancos de Arribes, por ejemplo, la Malvasía se asocia con suavidad, mientras que la Puesta en Cruz destaca por su intensidad aromática. En la zona portuguesa, los vinos se caracterizan por una notable presencia de frutosidad, una delicada floralidad y una suavidad en boca que los distingue.

Todo esto, traducido al ámbito de la vinificación y el vino, significa que nos encontramos en un punto geográficamente clave: la Raya, que hace alusión a uno de los grandes ríos del vino, la cuenca del Duero. El Douro internacional definido como el transitium durii, la transición entre los vinos de la meseta o cuenca sedimentaria de Castilla y León, que, atravesando la penillanura y los abruptos cañones del río Duero, dan paso a otros lugares de vocación vinícola excepcionales. Algunos de estos espacios han sido catalogados como Patrimonio Mundial por la UNESCO, como el Alto Douro Vinhateiro, u otras partes de la cuenca como el Planalto Mirandês, dentro de la DOP Trás-os-Montes, y ciertos paisajes de la DOP Beira Interior.

La preservación de esta biodiversidad, junto con la creciente importancia del enoturismo, hace de este territorio una de las áreas más fascinantes para explorar y disfrutar del vino y la gastronomía, en la que pasado y presente se dan la mano para garantizar la continuidad de un legado único. La diversidad de variedades autóctonas, junto con las prácticas vitícolas ancestrales, no solo enriquecen la producción de vinos, sino que también son testimonio de un patrimonio cultural común.

A pesar de las diferencias en nombre y clasificación, las uvas y vinos de la Raya mantienen un hilo conductor de calidad, carácter y autenticidad. La coexistencia de tradiciones y el continuo intercambio de saberes entre ambos países han permitido la conservación y evolución de este valioso legado que continúa celebrando la conexión entre dos países a través de su cultura del vino.

Citania Garrido Granado, periodista y sumiller.

IMAGEN: Viñedos en terraza en el Valle del Duero. (FOTO: Pixabay).

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